jueves, 5 de marzo de 2015

BANYERES DE MARIOLA:MEMORIA DE LAS PIEDRAS Y EL AGUA

Pocos pueblos alicantinos, como Banyeres, representan y mantienen viva de manera tan acertada la memoria de creación de un núcleo urbano en un lugar estratégico militar, que gracias a la presencia de abundante agua impulsó también un desarrollo industrial y un crecimiento económico. El paso del tiempo, aunque ha impuesto su inevitable decadencia, mantiene vivas en la realidad patrimonial y cultural de la actual población las huellas de esa historia notable. 
Esta villa, de unos 7.000 habitantes, representó un bastión geográfico de primer orden para controlar las fronteras entre Al-Andalus y la España cristiana, y luego para pactar las zonas de influencia de Castilla y la corona de Aragón. Una vez que finalizaron aquellos largos episodios de vida militar, la llegada de la abundante agua de la Sierra Mariola por el cauce del Vinalopó y otros ríos, hizo que el éxito industrializador de la vecina ciudad de Alcoi se contagiara a Banyeres y que esta ciudad asegurara su actividad al especializarse en la elaboración del papel de fumar y otras aplicaciones.
Al llegar el viajero a la población, su mirada siempre se mueve en búsqueda de una gran fortaleza, alta e inexpugnable, levantada de acuerdo al modelo almohade entre los siglos XII y XIII. No hay que hacer muchos esfuerzos para encontrarla porque todos los caminos de acceso a Banyeres practicamente conducen al castillo. Situado en una cota de 830 metros de altitud, sobre un pronunciado cerro, desde las calles del centro histórico su perfil aparece en cualquier esquina recortado tras el perfil de la torre de la iglesia.
Dentro de sus muros se encuentra el museo de la fiesta de los Moros y Cristianos. En estos espacios de frontera no fue necesaria excesiva imaginación para crear sus tradiciones y costumbres, porque la vida misma iba marcando lo que en tiempo de paz iban a ser sus celebraciones, sus músicas, sus santos y sus tradiciones orales.  Resultaba fácil transformar la batalla cruenta de cada día en un motivo para la fiesta, pues así, siempre podían ganar los mismos: los cristianos. Los trajes, los rituales del programa festivo, las embajadas, son ahora una representación incruenta de aquellas hazañas que estas tierras vivieron durante  décadas  para limitar la expansión del mundo árabe. También los muros del templo medieval se han transformado, y en la actualidad albergan las butacas del teatro de Banyeres a los pies del castillo.
El río Vinalopó a su paso por la población sigue conservando los importantes molinos en los que vivió su época de esplendor la industria papelera. Pero si este recorrido a pie entre los edificios de arqueología industrial y la vegetación ribereña tiene unos atractivos indudables, no menos interés ofrece la visita al Museu Valencià del Paper ubicado en la Villa Rosario, un edificio de 1903, vivienda de uno de los patricios que mantuvieron viva con criterios competitivos la actividad industrial de la zona.
En el museo te explican cómo se fabrica el papel a partir de tejidos. Con la ayuda de unas pequeñas maquetas te ayudan a reconstruir los espacios de la vieja industria de papel. Incluso el conservador del centro te puede enseñar con sus propias manos la calidad de los papeles que elaboraban los árabes, en los que las trazas del tejido  dejaban su impronta todavía. Los mostradores de las marcas de papel de fumar conservan las esencias del tabaco liado y la zona dedicada a los trajes de papel evoca los bailes populares en los que a falta de telas buenos son los papeles de mil colores.
En la Venta del Borrego, situada en la carretera de Bocairent a Villena, el estómago queda satisfecho con las especialidades gastronómicas de la comarca. Si es invierno la olla de penques (alubias, pencas, morcillas de carne) o el putxero con todo tipo de carnes se imponen en el menú para seguir con ánimo la ruta viajera. Si es verano, las coques fregides con longaniza y panceta y el espencat de pimientos, berenjena y bacalao sacian las ganas de comer, al igual que los gaspatxos de conejo y perdiz permiten recuperar pronto las ganas de continuar la ruta.