jueves, 16 de febrero de 2012

MASIA DE MIJARES, ENTRE VIÑEDOS Y PINARES

La carretera comarcal CV-429, en el término municipal de Yátova, es una vía de comunicación de uso poco habitual en el interior de la provincia de Valencia, protegida de agresiones urbanas no así de plagas incendiarias que han devastado en algunos parajes su masa forestal. A lo largo de 33 kilómetros, con tramos de carretera bastante quebrados pero con un asfalto de calidad, se pasa desde Macastre y Yátova, en la comarca de La Hoya de Buñol, a las tierras de La Portera, en la carretera N-330 Requena-Almansa, dirección comarca de El Valle de Cofrentes.
Con un trazado en cierto modo paralelo a la N-III se produce la ascensión desde el llano litoral de Valencia a la plana de Utiel y Requena. Por la vertiente norte de la Sierra Martés (1.086 m.) y las cuencas de los rios Magro y Mijares discurre este itinerario que nos traslada del litoral a la meseta, de los naranjos a los viñedos, del clima templado al frío serrano.
Mi descripción hoy de esta excursión de interior corresponde a un doble motivo: por mediación de un investigador ha caido en mis manos estos días un recorte de prensa valenciana de agosto de 1883 que habla de los vinos de Mijares presentados por los hermanos Millás Casanoves (Manuel y Vicente) a la Exposición Regional Valenciana de ese año con excelentes resultados. Por otra parte he decidido volver una vez más a las tierras que mis antepasados ocuparon, cultivaron y cuidaron hasta los años 40 del pasado siglo para rememorar hazañas y aventuras que integran mi imaginario adolescente.
Pero antes de llegar a nuestro destino quiero describir algo más este antiguo camino de caballerias, que en una de sus primeras vueltas y revueltas regala a la vista una panorámica del llano de Valencia, con la torre solitaria del castillo de Macastre en primer término y el mar al fondo de la panorámica. El perfil del monte Motroton (612m), absolutamente plano en su parte superior y con laderas simétricas, se situa a la izquierda. La finca del Peñon de Mijares marca el final de este primer tramo sinuoso ya que la carretera a partir de esta cota se abre a la cuenca del río Mijares con amplios campos de frutales y pequeñas huertas. La vistosa propiedad se situa entre senderos de largo recorrido y próxima a un antiguo yacimiento ibérico.
En el kilómetro 17, junto al puente que atraviesa el río Mijares (su nacimiento se situa en la montaña de Siete Aguas), se encuentra la partida de La Paridera, también conocida ahora por Masia Mijares y antiguamente por el nombre de colonias agrícolas La Serafina y La Solana. Sale a nuestro paso integrada por un pequeño poblado con su casa solariega, almacenes y capilla, y rodeada en la parte meridional por construcciones modernas producto de las segregaciones realizadas en los 80 a la histórica propiedad de mis antepasados.
El diario Las Provincias en su edición del 23 de agosto de 1883 describe las 353 hectáreas de la finca agrícola destinadas a pinares, viñedos, olivos, almendros, cereales y cuatro o cinco hectáreas de regadío junto al río. Las clases de cepas cultivadas son garnacha y bobal, para elaborar caldos bien oscuros, y algunas plantaciones de moscatel. El vino moscatel de la masía mereció galardones en la Exposición vinícola de Madrid (1876) y Exposición regional de Valencia (1879). La producción anual era de 750 hectólitros con aspiraciones de llegar a 1.000 destinados a la exportación a Francia para reforzar los vinos galos. A diario trabajaban 18 jornaleros y se agregaban diez más (entre ellos algunas mujeres, matiza el periódico) cuando era tiempo de vendimia o de siega.
En la parte alta de la propiedad se situan las prensas, almazaras, lagares etc. para que una vez elaborado el mosto descienda por gravedad a la bodega, situada en una cota más baja, en el sótano de la casa solariega con capacidad para ubicar inmensos toneles. Hoy en día sigue elaborándose el vino de la zona, y las diferentes viviendas y edificios del poblado agrícola han sido adaptados a las necesidades de la vida confortable.
Un horno moruno derruido, el lavadero para limpiar la ropa, la gran balsa que hacía el papel de piscina, la capilla con bancos diferenciados para niños y adultos, hablan de largos veranos consumidos entre las tareas de la vendimia, disfrutando de una economia doméstica autosuficiente con la carne de corral y caza, las frutas del campo, el pan casero, el vino y el aceite del lugar y el agua de la fuente.
Hoy los viñedos siguen ocupando la parte alta de la propiedad, aunque esa presencia centenaria desconozco por cuanto tiempo se mantendrá, pues los actuales propietarios, la sociedad Mijares Resort, promueven un campo de golf con rutas para caballos y residencias adosadas en medio de este desierto rural olvidado de las vias de comunicación rápida. El proyecto está paralizado provisionalmente por la actual crisis inmobiliaria y la eficaz oposición de grupos ecologistas en defensa del ecosistema del río Mijares.
El poblado que lleva el nombre del río, situado ya en el término de Buñol, se encuentra junto a la pista que conduce al aula de la naturaleza llamada Las Moratillas. Otros albergues rurales de la zona permiten programar estancias de grupos escolares y familiares dispuestos a conocer parajes poco frecuentados por la presencia humana. Es el caso, por ejemplo, de la zona de Tabarla, junto al río Magro (el Mijares es su afluente por la izquierda), destinada desde hace muchos años a campamentos juveniles. La pista para llegar a este paraje nace en el km 19'500 de la CV-429. Al norte de la masia de Mijares se encuentra el Fresnal de Buñol, atractivo bosque caducifolio que en otoño produce admiración. Una pista que nace en el caserio de Mijares y lleva a El Rebollar, a los pies de la sierra Malacara, es la ruta indicada para su observación.
Si la excursión por estas tierras se realiza en verano sugiero un baño en las charcas del río Mijares bajo el puente que lo atraviesa. Entre sus juncos mis bisabuelos y mis abuelos sacaron las primeras fotos y las primeras películas domésticas que forman parte de la iconografía de la saga Millás.
La ruta concluye en el restaurante de La Portera comiendo un ajo arriero y un gazpacho manchego. Los 33 km de la carretera pasan rápidos si se trata simplemente de conducir. Incluso puede ser un atajo para evitar la N-III: abandonarla en Buñol y retomarla en Requena. Pero esta no ha sido mi propuesta. El cauce del río Mijares sigue siendo un oasis natural, que requiere paseos y escapadas durante varios días. Y si hablamos de recuperar la memoria familiar... nunca se puede limitar el tiempo. Las huellas vitales surgen en cualquier rincón.